El último beso
Hace un par de días Kiss se despidió de los escenarios (o al menos eso dicen), y me es difícil describir el impacto que estos tipos tuvieron en mí.
Bastaría decir que no sólo influyeron en mi decisión de ser músico, sino también en la de hacer portadas de discos ya que la primera que diseñé fue la de un imaginario disco solista de Paul Stanley. Tendría 12 o 13 años y ya me habían cautivado con su desenfadada mezcla de circo y rock & roll.
Uno de los primeros vinilos que compré en mi vida fue Destroyer, cuya portada a día de hoy me sigue pareciendo una verdadera joya, al igual que la de Love Gun (ambas del genial Ken Kelly, quien además trabajó con Manowar y Rainbow, entre otros). También me resultan fascinantes las portadas de sus 4 discos solistas (de Eraldo Carugati).
La idea de representarlos como súper héroes no sólo resultó ser novedosa, sino también tremendamente eficaz. Cincuenta años de carrera lo certifican.
La manera en la que, desde sus inicios, complementaron música e imagen siempre estimuló mi imaginación, que es la herramienta con la que me gano la vida, y por eso siento que les debo mucho.
Gracias Kiss por todos estos años de magia.