La bolsa de las ideas
Con esa facilidad que él tenía para generar imágenes inquietantes, una vez le escuché decir a Spinetta algo así como “¿De dónde salen las ideas?, ¿de una bolsa?” Inmediatamente lo imaginé sentado con su guitarra junto a una bolsa dorada en la que metía la mano para sacar acordes y versos.
La alegoría es no sólo aplicable a la música, sino también a cualquier disciplina artística o, inclusive, a cualquier actividad que requiera el uso de la propia inventiva.
Entonces, como Spinetta, me pregunto: ¿de dónde salen las ideas?
Yo tengo identificado de dónde vienen muchas de las mías: se me aparecen o bien justo antes de quedarme dormido, o bien inmediatamente después de despertarme. En ambos casos, me refiero a ese momento difuso en el que no estamos del todo seguros de si estamos despiertos o dormidos. Me gusta pensarlo como la “aduana” entre el país de la vigilia y el país de los sueños.
En ese momento las ideas fluyen libremente y la mente divaga a su antojo, yuxtaponiendo imágenes y conceptos de manera aparentemente absurda y aleatoria. Si lo sabemos aprovechar, es un mecanismo que nos permite escarbar en nuestro inconsciente para, una vez despiertos, hurgar en la tierra que nos quedó entre las manos para ver si encontramos alguna pepita de oro. Si hubo suerte, sólo resta encontrar la manera de materializar esa idea para compartirla con los demás.